La externalización como solución a la pyme en tiempo de crisis (II)

Acabamos nuestro post anterior diciendo que existen unas rigideces al ajuste de la estructura a la baja.

En primer lugar, los empresarios suelen conocer con retraso la necesidad de adaptarse a la nueva situación porque, normalmente, la información financiera de la empresa se elabora también con retraso y en muchos casos no se trata de información de gestión adecuada como para poner de manifiesto esa necesidad. 

En segundo lugar, los empresarios suelen reconocer con retraso la necesidad de adaptarse a la nueva situación. Es como si el empresario considerara que como lo que está ocurriendo no es responsabilidad suya, no tiene por qué hacer nada. Quizás este comportamiento no sea racional desde un punto de vista económico, pero quienes toman las decisiones son humanos y normalmente, es más difícil asumir decisiones que impliquen retroceso o involución que avance o desarrollo. 

En tercer lugar, porque no es fácil desprenderse de unas instalaciones productivas en muchos casos hechas a medida. En momentos de contracción económica como el actual resulta difícil incluso vender naves, oficinas y otras construcciones empresariales, digamos, más polivalentes. En definitiva, es más difícil desinvertir que invertir; es más difícil vender que comprar.

En cuarto lugar, porque es difícil calcular y, aun así, quedarse sólo con la estructura estrictamente necesaria para un volumen de producción dado. Es evidente que la estructura no puede quedar por debajo de la necesaria, por lo que el ajuste sólo puede hacerse por defecto y, en consecuencia, la estructura suele resultar excedentaria con respecto a la actividad en cualquier momento del decrecimiento.
Por lo que hace referencia a los recursos humanos entran en juego, además, dos factores de rigidez adicional: las indemnizaciones que han de pagarse al personal que se regulariza; y la pérdida de capital humano que supone la formación y experiencia del personal del que se prescinde.

Las consecuencias se agravan por el hecho de que las fases bajistas suelen ser más rápidas que las alcistas, especialmente en una situación de crisis, por lo que cualquier retraso en adoptar y ejecutar una decisión supone recorrer un largo trecho en el declive.
  
En definitiva, el desfase entre estructura, esto es, capacidad productiva, y nivel de producción, es mayor en las fases de declive que en las de crecimiento porque los ajustes se producen a saltos mayores, más dilatados en el tiempo y siempre por exceso. Por ese motivo, el coste de ineficiencia de la estructura es aún mayor, al que hay que añadir los propios costes de la desinversión.

Según todo lo anterior, la mayor facilidad de una empresa de sobrevivir a la crisis está en la posibilidad de tener una estructura lo suficientemente flexible para adaptarse a los cambios con la velocidad necesaria.

Una de las medidas habitualmente utilizadas para ajustar la estructura a la baja y reducir los costes improductivos es la de prescindir de algunos procesos secundarios para la actividad de la empresa. No obstante, llega un punto más allá del cual la estructura no puede reducirse más sin afectar el funcionamiento normal de la compañía. En ese caso, "sacar" esta estructura fuera de la compañía puede ser la solución. En eso consiste la externalización.

Con la externalización, la empresa puede contar con el nivel de estructura necesario a todos los niveles de actividad ya que puede contratar simplemente el nivel de servicio necesario en cada momento. Traducido en costes, la externalización reduce los costes fijos de la estructura al minorar los costes de infrautilización de la capacidad productiva no usada, por el simple hecho de que reduce la capacidad productiva no usada. Así, en un contexto de caída de la actividad, puesto que los costes fijos son menores, la empresa puede soportar mayores caídas de actividad antes de entrar en quiebra, o, dicho de otro modo, tiene más tiempo y más capacidad de reacción ante circunstancias adversas.

Pero, como también se ha visto, es necesario que la dirección de la empresa pueda disponer de información de gestión puntual y adecuada que le permita adoptar cualquier posible medida de ajuste lo más acertadamente y con la mayor antelación posible. Por este motivo, es conveniente que los gestores puedan contar, en su toma de decisiones, con el soporte de organizaciones especializadas.

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