De Cuenta de Pérdidas y Ganancias a Cuenta Analítica

Todas las empresas tienen la obligación de formular sus cuentas conforme los principios, normas y modelos del Plan General de Contabilidad; y aunque el cuadro de cuentas no es realmente obligatorio, en la práctica es seguido por casi la totalidad de las empresas, por lo que, en conjunto, constituyen un estándar de contabilización. Para el analista, esto supone una ventaja y un inconveniente: la ventaja es que la interpretación de las cuentas es más sencilla al haber sido hechas según un criterio normalizado; el inconveniente es que ese criterio no se adapta del todo bien al análisis contable. Por este motivo, antes de empezar con el análisis en sí, es necesario realizar sobre las cuentas algunos ajustes y reclasificaciones para convertir la cuenta de pérdidas y ganancias en una cuenta analítica.

A continuación vamos a dar algunas indicaciones de los pasos que conviene seguir en el proceso:
  1. "Abrir" la cuenta de PyG. El diseño de las cuentas oficiales tuvo que lograr un difícil equilibrio entre la información que se quería dar y la que se quería que se diera, por lo que la agrupación de partidas en los diferentes epígrafes de las cuentas puede ser suficiente para un análisis superficial, pero resulta claramente insuficiente para un análisis detallado. Por eso conviene disponer también de un balance de sumas y saldos al menos a nivel de cuenta, que nos permita conocer la composición de esos epígrafes y trabajar sobre esa cuenta detallada.
  2. Separar gastos e ingresos recurrentes de los no recurrentes. La cuenta de PyG está diseñada para mostrar los resultados obtenidos en el ejercicio, lo cual no quiere decir que sean el resultado de ingresos y gastos recurrentes. Durante el ejercicio pueden tomarse decisiones de gestión o pueden ocurrir sucesos que pueden traducirse en ingresos y gastos del ejercicio pero que no sean recurrentes desde el punto de vista de la actividad desarrollada. Entre ellas: pagos o cobros de indemnizaciones, subvenciones, pérdidas por deterioro, dotaciones a las provisiones o sus reversiones, resultados del inmovilizado y otros extraordinarios ... Algunos de ellos están claramente especificados por el propio concepto del epígrafe de la cuenta de PyG o de la cuenta contable, pero en otras ocasiones tendremos que indagar en la composición de los saldos de cuentas, especialmente de aquéllos que puedan ser manifiestamente más altos de lo habitual.
  3. Reclasificar gastos o ingresos de gestión a la actividad. El modelo de la cuenta de PyG se queda a medias de ser una cuenta analítica. Si nos fijamos en la equivalencia entre el cuadro de cuentas del PGC y el modelo de la cuenta de PyG, vemos que todos los ingresos que forman parte de la cifra de negocios (esto es, de la actividad) son los codificados en el subgrupo 70, y todos los gastos de aprovisionamiento, son los del subgrupo 60; sin embargo, los gastos de servicios exteriores, codificados todos en el subgrupo 62, constituyen un conjunto bastante heterogéneo de conceptos tan dispares como gastos en investigación y desarrollo, alquileres, reparaciones, profesionales externos, transportes, seguros, comisiones bancarias, publicidad, suministros, sin olvidar el sempiterno cajón de sastre del "otros gastos de gestión". Algunos de estos gastos -como transportes, posiblemente algunos alquileres, profesionales externos o suministros- pueden tener una relación bastante directa con la actividad, mientras que el resto pueden considerarse más bien gastos de estructura. Si trasladamos todos los gastos que tengan una relación directa con la actividad integrándolos en Aprovisionamientos o añadiendo un nuevo epígrafe tipo "Gastos de Venta", de manera que en Servicios Exteriores quedaran básicamente gastos de estructura, tendríamos algo bastante más parecido a una cuenta analítica que lo que es el modelo del PyG.
  4. Una consideración sobre los resultados financieros. La inclusión o no del resultado financiero dentro del resultado a analizar podría ser objeto de un artículo por sí solo. Existe el consenso de que no deben incluirse en el resultado de la actividad en sí -y en eso estamos de acuerdo- pero si lo que analizamos es el resultado de gestión, creemos que deben incluirse a pesar de que el modelo de la cuenta de PyG los excluye. La razón es que, en nuestra opinión, el resultado financiero es una consecuencia de decisiones de gestión como cualquier otra: ¿me endeudo más o menos? ¿qué plazos de cobro concedo y qué plazos de pago acepto y cómo cubro ese 'gap' financiero? ¿descuento? ¿financio operaciones de import/export? ... Ya sé que comisiones e intereses no es lo mismo, pero excluir uno de los dos conceptos en el análisis parece que es como contar con los gastos de financiación sólo a medias.
En definitiva, las normas del PGC y su modelo de cuenta de PyG pueden ser un buen punto de partida para el análisis porque estandarizan los criterios contables y el formato de la cuenta, pero necesitan ciertos ajustes para adaptarlos al análisis en sí. 

Notas sobre el cálculo de ratios de clientes y proveedores

Cuando yo estudiaba matemáticas y hacía ejercicios con peras y manzanas, aprendí que tan importante como operar con valores era operar con magnitudes; porque 16 "peramanzanas" no es un resultado válido (o sea, el "no mezclar peras con manzanas" de toda la vida, pero expresado en términos científicos) Y éste ha sido un punto en el que he querido ser siempre muy meticuloso.

Esto viene a cuento porque, en mi opinión, al menos en los manuales de análisis de estados financieros que he consultado, las fórmulas de ratios de clientes y proveedores no son correctas porque comparan magnitudes no homogéneas. El ratio de clientes se suele expresar dividiendo simplemente 'ventas / saldo clientes', y el de proveedores como 'compras / saldo proveedores'; y el plazo medio de cobro se define como '(clientes x 365)/ventas', y el plazo medio de pago como '(proveedores x 365)/compras'. Según las normas de contabilización, los saldos de clientes y los de proveedores se contabilizan por el nominal de la deuda -es decir, incluido el IVA repercutido o soportado en factura- mientras que las ventas y compras se contabilizan por el ingreso o el coste respectivamente sin incluir los impuestos que resulten repercutibles. Sin entrar en detalles de la compleja casuística del IVA y su tratamiento contable, podemos simplificar diciendo que, en la generalidad de los casos, los saldos de clientes y proveedores incluyen IVA, mientras que las ventas y las compras no, por lo que el resultado del ratio va a venir afectado por esta inconsistencia. P.ej. en una empresa sujeta al tipo general de IVA del 21%, el ratio de plazo de cobro calculado conforme la aplicación estricta de la fórmula va a dar un 21% mayor que el real porque el numerador está aumentado en esa proporción respecto al denominador. Y lo mismo ocurriría con el plazo medio de pago. Si consideramos el diferente tratamiento fiscal de las diferentes operaciones de venta o compra en que se puede encontrar una empresa (diferentes tipos de IVA; recargo de equivalencia; operaciones interiores, intracomunitarias, importaciones, exportaciones, ...) los resultados de los ratios van a quedar afectados por los diferentes tipos de IVA que resulten de aplicación, lo cual afecta a su comparabilidad, que, es, precisamente su principal funcionalidad. P.ej. dos empresas que tengan la misma política de cobros y pagos, pero con actividades sujetas a tipos de IVA diferentes, van a dar ratios distintos porque el IVA incorporado en cada caso es diferente. Y aunque desarrollen la misma actividad, pero una opere exclusivamente en mercado interior y otra exclusivamente en mercados intracomunitarios o import/export, van a dar ratios distintos sólo por el hecho de que en el primer caso las operaciones están sujetas y en el segundo, no. Por tanto, para el cálculo correcto de los ratios de clientes y proveedores y su análisis, deberíamos descontar el tipo medio de IVA con el que resulten gravadas sus operaciones.

Esta observación debería tenerse en cuenta no sólo para nuestro cálculo interno de ratios, sino para ayudarnos a interpretar correctamente los datos obtenidos en análisis estándar hechos mecánicamente por terceros -estadísticas sectoriales, empresas de informes comerciales, de análisis de riesgos, de entidades financieras- que suelen aplicar las fórmulas "de libro" y, en cualquier caso, normalmente no disponen de los datos necesarios para realizar el cálculo de ratios teniendo en cuenta este factor.

Pagar por sostener el empleo

Leo que dos de las más importantes cadenas de gasolineras de España van a crear redes de distribución "low-cost" con gasolineras totalmente desatendidas, es decir, sin empleado alguno, a cambio de una rebaja en precio de entre 5 y 10 cts por litro. La razón es responder a las presiones de los organismos reguladores y hacer frente a la competencia de distribuidores "marca blanca". Dejando aparte lo que haya de verdad y de excusa en este argumento, y de si la rebaja en precio va a ser más o menos que el ahorro en costes, la pregunta que se me plantea es: ¿hasta qué punto estoy dispuesto a pagar para mantener el empleo ajeno? Es decir: suponiendo un servicio accesorio que sólo pueda ser prestado por personas, pero del que se pudiera prescindir sin afectar al servicio principal ¿estaría dispuesto a prescindir de él para ahorrarme su coste? Es más: suponiendo un servicio que puede ser prestado indistintamente por personas más caro o por máquinas más barato y que el suplemento de precio sea la repercusión exacta del coste del personal encargado de prestarlo ¿estarías realmente dispuesto a pagarlo?

Porque, de entrada, lo que me consta, es que la mayoría suele buscar la oferta más barata, y en cualquier caso, ahí está el éxito del modelo "low-cost".